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Y tú ¿afilas el hacha?

Tala
Leñador

Autor: Efraín Pérez León  

Esta historia es la de un joven que deseaba ser un gran leñador y se presentó a solicitar empleo en un aserradero. El sueldo era bueno lo mismo que las condiciones de trabajo, por lo cual, el leñador se aprestó a aplicar toda su experiencia.

 

El primer día de trabajo, al presentarse ante el capataz, éste le dio un hacha y le asignó un área de trabajo. El joven entusiasmado salió al bosque y en un solo día cortó dieciocho árboles.

- El capataz satisfecho, le dijo: Te felicito, sigue así.

No basta sólo el entusiasmo

El joven leñador animado por las palabras del capataz, decidió mejorar su rendimiento de tal modo que esa noche se retiró a descansar muy temprano.

 

Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño demostrado, no consiguió cortar más que quince árboles.

 

Triste por el poco rendimiento logrado, pensó que tal vez debería descansar mucho más tiempo así que esa noche decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó decidido a superar su marca de 18 árboles. Sin embargo, ese día sólo corto diez.

 

Al día siguiente fueron siete, luego cinco, hasta que al concluir esa primera semana de trabajo sólo cortó dos. El joven leñador no alcanzaba a entender qué estaba sucediendo ya que se encontraba físicamente perfecto, como el primer día.

 

Cansado, y por respeto a quienes le habían ofrecido el trabajo, decidió presentar su renuncia, por lo que se dirigió al capataz al que le dijo:

-Señor, no sé qué me pasa, y tampoco entiendo por qué he dejado de rendir en mi trabajo.

 

¿Afilar el hacha?

El capataz, un hombre muy sabio, le preguntó:

 - ¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez? 

- ¿Afilar? Jamás lo he hecho, no tenía tiempo de afilar mi hacha, no podía perder tiempo en eso, estaba muy ocupado cortando árboles.

 

El capataz le dio otra oportunidad al leñador y éste, siguiendo sus consejos, entre árbol y árbol, empezó a dedicarse un tiempo para afilar el hacha; de esa manera pudo duplicar la cantidad de árboles talados por día.

 

¿Qué nos aporta esta historia? 

Esta historia nos aporta una gran enseñanza. A veces, en la vida diaria somos así; estamos demasiado ocupados en el ir y venir, corriendo de un lado para otro, que no tenemos tiempo para afilar el hacha, dejando de lado las cosas que son verdaderamente importantes. Como el Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas, quien mira su reloj y va siempre apresurado diciendo “¡Dios mío, voy a llegar tarde!”, así vamos por la vida, corriendo sin saber adónde nos dirigimos. Porque estamos apurados en hacer primero lo urgente, dejando para después lo importante.

 

Al final del día terminamos muy cansados y, al recapacitar sobre lo que hicimos, con frecuencia, encontramos que no hicimos aquello que era importante. Así también, dejamos para después nuestra propia salud física y emocional, preocupados por la salud económica. Pero ¿cuándo vas a afilar el hacha? Si dedicas un poco de tu tiempo a descansar, al ocio, te estás preparando para regresar con más bríos al trabajo, al estudio, al hogar…

 

La falta de descanso puede conducirte a problemas emocionales, estrés, fatiga crónica, ansiedad, depresión, a problemas psicológicos y/o físicos. ¿hasta cuándo piensas seguir así?  hasta que  tu salud emocional o psicológica esté tan deteriorada que te sea imposible seguir adelante? 

Es prudente que hagas un alto en tu brega diaria y recapacites si estás afilando el hacha con la frecuencia necesaria o no. Si requieres apoyo psicológico, si te sientes agotado y no sabes que hacer, en el  Centro Alternativa Psicológica Integral tenemos alternativas de solución a tu problema. 

Llama al teléfono (55) 6795-1043, o envía un correo a: informes@centroapi.com.mx para mayor información o concertar una cita.